Quiero te.

Quiero enterrarte de una vez.

Quiero poder llorarte, vestirme de luto y gritarle al mundo que siento que has muerto.

Quiero llevarte rosas blancas cada jueves, como aquél en que nos conocimos.

Quiero que esta ausencia se normalice y entenderme a mí misma. Entender por qué no supero algo que está mejor lejos.

Quiero darme cuenta que era o tú o yo, y que tú habías sido siempre.

Quiero dejar de sentir que contigo me fui yo también.

Quiero pensar que seré capaz de volver a amar como amaba antes de ti.

Quiero creer que estás leyendo esto y que sientes, cada día, cómo se te rompe un poco más el alma. Quiero creerlo y lo sé. Lo sé porque, por mucho que demostraste no quererme, no conseguiste no hacerlo.

Quiero saber si me olvidaste.

Quiero saber si me echas de menos.

Aun así, también sé que es mejor no saber.

 

Los padres que odiaban a sus hijos

Los padres que odiaban a sus hijos

Hoy quiero hablar del tabú que supone la realidad de que no todos los padres quieren a sus hijos o, incluso, de que existen padres que odian a sus hijos, los utilizan y los machacan para su propio beneficio o egolatría.

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