Eso en lo que te has convertido.

Hola Cielo,

hacía tanto tiempo que no nos veíamos que, después de todo lo que había ocurrido en nuestras vidas, quedar contigo se me antojaba el mejor bálsamo.

O eso pensaba.

Habíamos compartido alegrías, problemas, preocupaciones y triunfos a lo largo de los años que pasamos juntos, tan intensos como felices.

Recuerdo que me fascinaba tu manera de cuidarme, contigo me sentía segura. Me encantaban nuestras conversaciones, tan llenas de descubrimientos y aprendizajes, tu forma de mirarme y tu sonrisa, que siempre estaba ahí para hacer cálidos los tiempos fríos. Contigo me he reído hasta llorar, he viajado a sitios mediocres convertidos en maravillas y has llenado cada página de todo lo que escribía.

Me cautivaba tu habilidad para abrirte a mí, enseñarme tu luz y tus demonios, tus miedos y tus mayores aspiraciones, tus filias y tus fobias. Porque eso, precisamente, era lo que me hacía sentir más especial. La fachada que mantenías con todos, esa de tío duro, despreocupado e insensible, la derribabas cada vez que estábamos juntos, como si me permitieras el privilegio de conocerte.

Sin embargo, ese personaje fue infectando tu ser, tu comportamiento, incluso tu manera de hablar. Llegó un momento en que ya no distinguías dónde te encontrabas, te habías vendido y ya no recordabas quién eras.

Y yo era incapaz de encontrarte.

ruina2

Hoy, que te he vuelto a ver, preferiría no haberlo hecho. Me ha parecido tan triste observar en lo que te has convertido que ojalá me hubiera conformado con esos recuerdos que guardaba en mi corazón con tantísimo cariño.

La fachada que mantenías ya no oculta nada. Te has vendido. Has desaparecido.

Y yo, no sólo no tengo el privilegio de conocerte, si no que creo que ya no hay nada que conocer.

Sigues insistiendo en volver a vernos, en quedar.

Pero, ¿para qué?

¿Me vas a devolver a mi ?

Prefiero encerrarme en mis recuerdos que aceptar las ruinas en las que te has convertido.

Lo siento mucho, de verdad.

Te quise.

Los padres que odiaban a sus hijos

Los padres que odiaban a sus hijos

Hoy quiero hablar del tabú que supone la realidad de que no todos los padres quieren a sus hijos o, incluso, de que existen padres que odian a sus hijos, los utilizan y los machacan para su propio beneficio o egolatría.

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *