No hemos aprendido mucho.
Los primeros compases de la obertura de Nabucco de Verdi resuenan en las paredes del Teatro Cervantes de Málaga. Nabucodonosor, rey de Babilonia, arrasó el Templo de Salomón en el año 587 antes de Cristo, sin embargo, las imágenes que se proyectan sobre las paredes del decorado muestran destrucción, sí, pero de la ciudad de Palmira. Arcos despiezados, columnas que ya no sustentan más que aire y templos desaparecidos en su totalidad, no son demolición, sino más bien el aniquilamiento de la cultura sobre la que se ha construido un pueblo ahora sin pasado. La potencia y majestuosidad de la música producen un efecto anempático muy incómodo, acentuado por el hecho de que no nos situamos en el Antiguo Testamento, ese momento tan lejano y vago para nosotros; nos encontramos en el siglo XXI en mitad del drama de una guerra moderna.
Jerusalén se convierte así en Siria y los babilonios en la facción más radical de los adeptos a la religión musulmana. La obra escrita por el maestro en 1842, toma un cariz de impactante actualidad que espabila las conciencias. Pero lo más intenso está aún por llegar. Las historias de amor operísticas son emocionantes, las arias sobrecogen y, quién más, quién menos, es capaz de tararear alguna. Sin embargo, Nabucco se resume en
el coro Va Pensiero. No hace mucho, en 2011, Riccardo Muti dirigía un bis ante un público enfervorecido en la Ópera de Roma. Va Pensiero es un himno para los italianos, un canto a la libertad que, en aquel momento, protestaba contra los recortes en cultura llevados a cabo por el gobierno de Berlusconi. Pero, esta vez, Va Pensiero ya no es un canto de libertad de los israelitas ni de los italianos, sino un alarido implorante de justicia y dolor de un pueblo que está siendo masacrado y huido hoy, en 2016, al otro lado del Mediterráneo.
¡Saluda a las orillas del Jordán
y a las destruidas torres de Sión!
¡Oh, patria mía, tan hermosa y perdida!
¡Oh, recuerdo tan grato y fatal!
Los cantantes del coro visten monos naranjas, al igual que los rehenes del Estado Islámico o los presos de Guantánamo, un naranja que solo significa pérdida de libertad o de vida.
Giuseppe Verdi murió en 1901 y, en su funeral, un coro de 800 personas lo seguía por unas calles abarrotadas cantando Va pensiero. Quién le iba a decir que siglo y medio más tarde, su gran obra iba a seguir teniendo tantísimo sentido.
Que la historia se repita en su esencia y la civilización humana siga dando tumbos y avanzando a base de trompicones es una de las cosas que más me aturde. Y si nos quedamos tan solo en la destrucción material de patrimonio (para qué hablar de las vidas, todos sabemos lo que hay en el cada vez más mermado “califato” de ISIS), me produce tal repulsión ver a esos salvajes barbados con martillos, excavadoras y dinamita…
Es horroroso, estamos igual que hace 3000 años, no hemos aprendido nada
Destruye ciudades, quema libros, arrasa campos. Viola derechos, culos y pueblos. Haz ignorantes, desahuciados y pobres. Mata poetas, científicos y pensadores. Entonces podrás, mejor que gobernar, apacentar.