Retales de una conversación

Madurez y sistema

—Es posible que yo me esté analizando porque en el fondo, debajo de mi idea principal de que en realidad no ha sido por Luisa, yo sí sepa que ha sido por ella.

—Pero eso tampoco está mal. Que tú te intentes negar la evidencia es una fase por la que tienes que pasar. En algún momento empezarás a aceptar las cosas que piensas. En el fondo, cuando somos adolescentes, y la adolescencia va de eso, el problema es que no se asume la realidad: ni la realidad con nuestros padres, ni la realidad con nosotros mismos, ni la realidad en general. La madurez puede ser saber leer, leerte a ti y a los demás.

—Entonces, ¿la madurez qué es? ¿Saber analizarte a ti mismo?

—Igual sí. ¿Qué diferencia hay entre una persona madura y una persona que no lo es? Que la persona madura actúa como piensa y asume las consecuencias de sus actos porque se sabe leer, sabe por qué decide ciertas cosas en ciertos momentos. Entonces, si aceptamos esta afirmación, la inmadurez sería ignorar todo eso.

—Tenemos, en ese caso, una concepción equivocada de la madurez porque nosotros consideramos madura a una persona que cumple con sus obligaciones y que hace lo que tiene que hacer.

—No; una persona que hace lo que tiene que hacer puede ser inmadura.  La madurez no va en lo que tú haces, sino en cuánto has evolucionado. También hay distintos tipos de madurez. Puedes ser maduro y disfrazarte de abeja con cuarenta años, como tu vecino, si es lo que te hace disfrutar. Hay que disfrutar de las situaciones y no se es por ello menos maduro.

Carpe diem.

—Claro carpe diem, pero sin forzarlo.

—¿El carpe diem no puede ser forzado?

—Claro que sí, y el resultado será el mismo, pero tu sensación no.

—Realmente el carpe diem dice que vivas bien lo que te toca.

—Si tú un día estás en tu casa, cansado, y te llaman tus amigos para irte a una fiesta a la que no te apetece ir, pero dices que sí porque consideras que eso forma parte de un carpe diem, es forzarlo. Es hacer cosas que no quieres pero que consideras que son parte de ese concepto.

—Osea, la madurez real es anteponer lo que sientes a lo que piensas.

—La madurez real es un equilibrio. Muchas veces, ponerse en el lado del pensamiento es inmadurez y también lo es ponerse en el del sentimiento. Ponerte en el lado del pensamiento significa falta de empatía y posicionarte con el sentimiento es falta de control. La madurez es el equilibrio entre el control y la empatía. No hay que anteponer ninguno de los dos conceptos. Si hay algo que ser en esta vida es coherente con lo que se piensa y consecuente con lo que se hace. Es decir, actuar como crees que es correcto y aceptar las consecuencias de lo que crees que es correcto. Eso no te hace mejor persona, ya que si piensas que matar judíos es aceptable acabarás siendo un nazi. Pero, por lo menos, te permite ir a dormir tranquilo.

—Te voy a poner un ejemplo: Si yo llevo los zapatos al colegio de otro color que no sea azul me llevarían a hablar con la jefa de estudios. Entonces yo le preguntaría cuál es el castigo, no con ánimo chulesco, claro, sino porque no entendería cuál es el motivo de esa norma.

—En el fondo vivimos en un sistema que tiene sus normas sociales e incluso emocionales. El sistema te dice todo lo que tienes que sentir y todo lo que tienes que hacer. Pero hay ciertas cosas que en colegio te llevan a la expulsión y en la vida real te llevan a la cárcel. Con el tiempo aprendes que no puedes ir en contra de todo. Entiendo tu rebeldía con lo de los zapatos…

—…pero no es rebeldía, yo no lo haría en el sentido de rebeldía, sino porque es lo que quiero hacer y no le veo el sentido a la norma.

—Sí, claro, pero en el sistema eso se lee como un acto de rebeldía. Si, por ejemplo, yo trabajara en un lugar que me impone normas con las que no estoy totalmente de acuerdo, tendría que acatarlas. Podría pensar que lo coherente y consecuente conmigo mismo sería no cumplirlas. Sin embargo, si yo estuviera trabajando ahí sería porque yo lo habría decidido.

—Entonces lo coherente y consecuente contigo mismo sería seguir las normas.

—Exacto. Lo que no podría hacer es aceptar un trabajo, que yo sé que me va a plantear unos problemas, y rebelarme. Sería absurdo. En la adolescencia crees que tu rebeldía, que es natural, es producto de que tus padres han tomado decisiones por ti. Siguiendo el ejemplo, yo habría tomado la decisión de trabajar en un sitio con el que no comulgo, pero tú no has tomado la decisión de estar en ese colegio donde tienes que ponerte los zapatos de un color determinado. Cuando eres adolescente te rebelas ante la imposibilidad de decidir. Pero cuando comienzas a decidir, te das cuenta de que hay ciertas cosas que querías hacer, pero no puedes porque ya todo depende de ti. En la adolescencia tienes la “libertad” de que tus padres sean…

—…la máxima autoridad.

—Los padres son algo que te castiga, pero también te protege, y de su protección nace la libertad. Pero, por otro lado, tienes una constante necesidad de demostrarle al mundo que tú tienes tus propias ideas, pero no puedes llevarlas a cabo por tu edad. En la sociedad, ese impulso se lee como rebeldía.

—Es cierto, porque yo ahora mismo quiero trabajar para ganar dinero, pero como no tengo la edad, no puedo. ¿Quieres decir eso?

—Imagínate que esa situación te lleva a considerar la posibilidad de vender marihuana porque quieres ganar dinero. De la misma manera que con el ejemplo de los zapatos del colegio, quizá un poco llevado al extremo, tú llegarías y le dirías a un supuesto policía: “Como yo no puedo trabajar, necesito dinero y esta es la opción que he encontrado”. Y eso sería totalmente coherente, pero el policía se echaría unas risas, igual que la jefa de estudios. En ese momento no puedes hacer nada. Sin embargo, cuando creces y tienes edad para decidir por ti mismo, lo que está muy bien, también tienes la sombra del sistema, de las normas sociales y las normas que de los que te rodean, que no son más que las que tú te has impuesto al rodearte de ellos. Se da la vuelta a la situación. Cuando crezcas serás menos rebelde y tendrás más libertad.

—La rebeldía nace de la falta de libertad.

—Sí, pero también la libertad de los adultos se mantiene siempre y cuando no se rebelen.

—Los adolescentes tenemos la necesidad de ser rebeldes para tener libertades, pero esa necesidad desaparece con la edad.

—El problema es que, aun teniendo esa necesidad, cuando eres adulto sabes que satisfacerla puede significar perder las libertades que sí tienes en ese momento. El sistema te controla con el “más vale pájaro en mano que ciento volando”. La adolescencia es un camino entre el sistema y una infancia que te protege. Cuando creces te metes de lleno en el sistema, pero cuando eres muy niño estás totalmente fuera de él. La madurez, al final, es el resultado de un proceso de educación que el sistema te aplica. Tus padres, tu colegio y la sociedad te dicen cómo debes comportarte. La madurez, como se entiende en esta sociedad, consiste en tener mano izquierda con el sistema; un equilibrio entre lo que el sistema te impone y lo que te ofrece. Entre los sentimientos y la razón. Entre el control y la empatía contigo mismo. Y todo esto ha venido por lo de Luisa.

—Sí. Se te ha ido la cabeza y mucho.

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5 Comentarios

  1. Fabio Descalzi

    Mientras uno lee este diálogo reflexivo sobre maduración y sistema, la magia de la foto invita a imaginar que todo lo demás es posible; incluso guarecerse de la lluvia bajo una de esas minúsculas setas de bosque.

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  2. torpeyvago

    Brutal.
    Fíjate que yo siempre resumía diciendo que la madurez es la capacidad de tomar decisiones. Pero, claro, faltan todos los matices.
    Por cierto, que esta conversación no me parece tabernaria, ¿me equivoco? 😀 😛

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    • Buscando a Casiopea

      Jajajajajajajajaja no, no es tabernaria, pero ¿qué te ha hecho pensarlo? Mola de vez en cuando llegar un poco más lejos en el pensamiento. A lo mejor hago una serie de retales de conversaciones, puede estar bien. Un saludo!!

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