Los amantes de 2020

—Cariño, me estoy ahogando con esto puesto en la cabeza. No puedo respirar bien. ¿Lo consideras necesario?

—Pero, amor, entiéndelo, no podemos enseñar nuestras caras. Si lo hacemos verán… Se enterarían de que estamos juntos.

—¿Quién? ¿Tu mujer?

—Y tu marido, cosita mía.

—Ya. Es verdad. Entonces, ¿por qué quieres que nos hagamos una foto?

—Pues… Para tenerla, supongo. Quiero recordar momentos contigo.

—Pero si no podemos enseñársela a nadie, ¿para qué quieres una foto? ¿De qué nos sirve si no podemos parecer felices?

—Podemos subirla, si no se nos ve.

—¿Qué sentido tiene eso?

—Tienes razón. A lo mejor…

—A lo mejor, ¿qué?

—Pues que, a lo mejor, no somos tan felices.

—¿Cómo dices?

—Mira, lo he estado pensando y…

—¿Y?

—No soporto verte a escondidas, se me hace muy duro. Hemos llegado demasiado lejos y toda esta historia me está superando. Quiero acabar con todo de una vez. Es inútil estar así.

—Entiendo lo que dices, a mí también me pasa.

—Entenderás, entonces, que te borre del Facebook. No, no pongas esa cara, no te lo tomes a mal. Es solo que, si no lo hago, me costará más olvidarte.

Imagen: Los Amantes y Los Amantes II (René Magritte)

 

El tiempo de Oreo

El tiempo de Oreo

Lo malo de los animales es que viven menos que nosotros. Lo peor es que ellos no son conscientes.

El amigo del revés

El amigo del revés

Juan tenía un amigo desde la infancia. Se llamaba Otto. Todos los días, cuando estaban en edad de ir a Primaria, caminaban juntos hacia la escuela. A Juan, Otto le parecía un chico divertido, aunque un tanto extraño.

La visita

La visita

Tenía la vista fijada en el suelo sin querer levantarla y encontrarse con sus ojos. Mirarlos era aceptar que no eran los mismos que vivían en sus recuerdos.

—Hueles a muerto. Más que de costumbre —fue lo único que acertó a decir él mientras abría la puerta para dejar que pasara dentro de casa.

Ganarse el salario

Ganarse el salario

El hombre, apoyado en la pared, miraba a través de un pequeño hueco que quedaba entre el cristal y la pesada contraventana de madera entornada. Cuando Lola la empujó para cerrarla, casi le pilla la nariz a su marido.

6 Comentarios

  1. Anónimo

    Una muy buena reflexión. ¿De que sirve esconderse.

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  2. torpeyvago

    Claro, ¿de qué vale ser feliz si no puedes mostrarlo en la red?
    Estupendo, de verdad.
    Por cierto, que también me encanta la reforma de tu blog. Ha quedado fantástico.

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    • Buscando a Casiopea

      Me alegro de que te guste el diseño, creo que se ajusta bastante a lo que quería 🙂
      La verdad es que me pregunto qué pensaría Magritte de este relato jajajaja

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