Hoy no me reconoces

Hoy no me reconoces. Veo en tu mirada una mezcla de miedo, impotencia e incredulidad, por eso lo sé. Finges que me recuerdas, porque te resulto familiar, pero evitas llamarme por mi nombre. No sabes cuál es. Intento eludir el tema y hablar contigo de algo que te distraiga de tu situación, de algo que no implique un ejercicio de memoria. Sin embargo, tus esfuerzos por disimular te agotan y ese cansancio no lo puedes esconder.

Ayer, en cambio, tuviste un día de los buenos, te lo noté en la cara con solo saludarte. Ayer sí sabías mi nombre, sí te alegraste de que te visitara. Hoy mi presencia únicamente te causa desasosiego.

A veces no sé qué es mejor para ti porque siento que te abrumo intentando traerte de vuelta.

Quizá mañana tengas un buen día, como ayer. Aunque sé que esos rayos de luz serán cada vez menos frecuentes y se escaparán sin que podamos agarrarnos a ellos. Igual que ocurre con el tiempo que pasa y te destruye poco a poco, de una forma implacable e imbatible.

Hoy no me reconoces, pero yo a ti tampoco.

El 21 de septiembre se celebra el Día Mundial del Alzheimer. Una enfermedad que lo quita todo.

Viktor Frankl, en El hombre en busca de sentido, decía “comprendí cómo el hombre, desposeído de todo en este mundo, todavía puede conocer la felicidad -aunque sea sólo momentáneamente- si contempla al ser querido.”

Sin embargo, los enfermos de Alzheimer no tienen seres queridos. Ni ideas. Ni recuerdos. Se hunden en una oscuridad total de la que son conscientes al principio, a la que no pueden frenar, contra la que no pueden luchar. La oscuridad del olvido, de la impotencia, del horror de perder todo lo que uno es y cree. La ausencia de felicidad y de comprensión.

Ojalá nunca nos toque vivir presos de habernos perdido.

El tiempo de Oreo

El tiempo de Oreo

Lo malo de los animales es que viven menos que nosotros. Lo peor es que ellos no son conscientes.

El amigo del revés

El amigo del revés

Juan tenía un amigo desde la infancia. Se llamaba Otto. Todos los días, cuando estaban en edad de ir a Primaria, caminaban juntos hacia la escuela. A Juan, Otto le parecía un chico divertido, aunque un tanto extraño.

La visita

La visita

Tenía la vista fijada en el suelo sin querer levantarla y encontrarse con sus ojos. Mirarlos era aceptar que no eran los mismos que vivían en sus recuerdos.

—Hueles a muerto. Más que de costumbre —fue lo único que acertó a decir él mientras abría la puerta para dejar que pasara dentro de casa.

Ganarse el salario

Ganarse el salario

El hombre, apoyado en la pared, miraba a través de un pequeño hueco que quedaba entre el cristal y la pesada contraventana de madera entornada. Cuando Lola la empujó para cerrarla, casi le pilla la nariz a su marido.

8 Comentarios

  1. Marisa

    Duele leerlo. Reflejas muy bien los dos sentimientos, el de el paciente que olvida su mundo y el que lo ama y ve que lo pierde en esa tremenda y dolorosa enfermedad. Enhorabuena

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  2. SrShan

    “Precioso”, es la palabra que me ha venido a la cabeza al acabar de leerlo.
    Espectacular, felicidades

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  3. enuncruce

    Te entiendo perfectamente. Mi última entrada tambien habla del Alzheimer y mi experiencia.

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  4. Anónimo

    No he podido mas que emocionarme reviviendo lo vivido.
    No lo has podido describir mejor.

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  5. Javier

    Y pensar que la gran mayoría rebozamos de “días buenos”, y no los valoramos hasta que se nos empiezan a escapar. Gracias por despertarnos la conciencia.

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  6. Ana Centellas

    Reblogueó esto en Ana Centellasy comentado:
    Porque es una enfermedad que no solo dura un día, porque me toca la fibra mucho, porque está magistralmente escrito, por eso lo tengo que compartir.

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  7. Lina_Nefelibata

    Me gustó tu entrada. Mi abuelo también padeció Alzheimer, pero sin embargo, tuve la sensación de quién verdaderamente la sufría éramos su familia. Él en su ignorancia, parecía más feliz cuando no recordaba nada. Un Saludo.

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