Día Internacional de la Niña

“Ninguna sociedad florecerá ni los acuerdos de paz serán duraderos si no se empodera a las niñas en la consolidación de la paz y la reconstrucción”.

Así justifica Naciones Unidas la existencia de un día como este, 11 de octubre. Un día que muchos calificarán de innecesario, de injusto y de parcial por la ausencia de una celebración para el hombre, el niño y la masculinidad.

Sin embargo, los niños no se enfrentan a matrimonios forzados con personas 30 años mayores, ni a la necesidad de tener un tutor del otro sexo durante toda la vida, ni a la ablación del único órgano existente para el placer, ni, por supuesto, a la obligación de tapar todo su cuerpo por ser incitador al pecado.

Bah, tía, siempre igual, qué exagerada eres, eso solo pasa en países subdesarrollados. En occidente hombres y mujeres somos iguales.

¿Ah sí? Te voy a contar unas cositas:

Hoy ni siquiera me apetece hablar del machismo de los hombres. Hoy quiero hablar del machismo de las mujeres y, más en concreto, del mío.

Como todas, crecí en un ambiente machista. No porque mi familia lo fuera especialmente, que lo era, igual que todas, sino porque la sociedad lo es. Y, ¿qué podría hacer yo contra esos condicionamientos? Obviamente, empoderarme como mujer. Sin embargo, no resulta fácil tener que luchar conmigo misma todos los días, ni analizar los porqués de situaciones aparentemente banales, ni aguantar el cabreo cada vez que me doy cuenta de que traiciono lo que me afano en predicar.

Al final, tengo que admitir que soy machista. Lo soy. Y me alegro de que el primer paso sea reconocerlo porque, desde que lo hice la primera vez, tengo un precioso elefante en el salón que me lo recuerda a cada instante.

Soy machista, por ejemplo, cuando conozco a una chica que estudia una carrera de ciencias y me sorprendo.

Soy machista cuando algún gilipollas me dice algo por la calle y lo primero que siento es vergüenza, no ira.

Soy machista cuando tengo que acordarme de que una mujer no es una guarra o una zorra si tiene una vida sexual libre.

Soy machista cuando me fío más de la opinión de un hombre que de la de una mujer.

Soy machista cuando me preocupa no llegar a las expectativas sexuales de un hombre y hago cosas que no quiero para que no las busque en otro sitio.

Soy machista cuando no me hierve la sangre al oír en la televisión que las mujeres de Arabia Saudí van a conseguir, en 2017, poder sacarse el carnet de conducir.

Soy machista cuando no se me saltan las lágrimas al saber que miles de niñas en este planeta son sometidas diariamente a la ablación de su clítoris, por el mero hecho de que es inconcebible que una mujer sienta placer.

Soy machista cuando veo a un hombre haciendo tareas del hogar y me pongo nerviosa pensando que yo lo haría mejor.

Soy machista cuando utilizo “hijo de puta”, “nenaza” o “eso lo será tu madre” como un insulto normalizado.

Soy machista cuando dudo de que una mujer haya llegado al éxito profesional sin visitar los bajos de la mesa de algún hombre.

Soy machista cuando pienso que el día que se me ocurra la brillante idea de tener un hijo se me acabará la vida.

Soy machista cuando le digo a una amiga que me llame cuando llegue a casa para saber si sigue viva.

Soy machista cuando respondo “los tíos son así” a esa misma amiga, que me cuenta la última cabronada que le ha hecho su novio.

Soy machista cuando considero que, sin maquillaje, tengo mala cara.

Soy machista cuando me sorprendo del machismo en una mujer, pero no en un hombre.

Bueno, podría continuar esta lista de forma infinita, y esa realidad me apena muchísimo. Sin embargo, también sé que el trabajo que hago cada día para sacudirme ese machismo de encima, también será trabajo hecho para cuando tenga que educar a una niña o un niño. Porque él o ella no tendrá que descubrir ese elefante en el salón. Yo se lo presentaré, lo cuidaré y lo alimentaré para que nunca se olvide de su existencia.

Quién sabe, quizá algún día no haga falta tener un paquidermo en casa.

Por todo esto, el Día Internacional de la Niña no debe quedarse en un simple recordatorio de la mala situación que viven las mujeres en el hemisferio sur. Tiene que ser un empuje para que todas nosotras tomemos conciencia de las carencias de nuestra temprana educación y no repitamos los errores de nuestros padres con las generaciones futuras.

El futuro es nuestro.

También de las mujeres, que no se nos olvide. Y será más fácil si lo conquistamos juntas.

 

El tiempo de Oreo

El tiempo de Oreo

Lo malo de los animales es que viven menos que nosotros. Lo peor es que ellos no son conscientes.

El amigo del revés

El amigo del revés

Juan tenía un amigo desde la infancia. Se llamaba Otto. Todos los días, cuando estaban en edad de ir a Primaria, caminaban juntos hacia la escuela. A Juan, Otto le parecía un chico divertido, aunque un tanto extraño.

La visita

La visita

Tenía la vista fijada en el suelo sin querer levantarla y encontrarse con sus ojos. Mirarlos era aceptar que no eran los mismos que vivían en sus recuerdos.

—Hueles a muerto. Más que de costumbre —fue lo único que acertó a decir él mientras abría la puerta para dejar que pasara dentro de casa.

Ganarse el salario

Ganarse el salario

El hombre, apoyado en la pared, miraba a través de un pequeño hueco que quedaba entre el cristal y la pesada contraventana de madera entornada. Cuando Lola la empujó para cerrarla, casi le pilla la nariz a su marido.

2 Comentarios

  1. torpeyvago

    Sí, la verdad es que no hay cosa que más me moleste que una mujer machista, sobre todo si, al contrario que tú, está convencida que debe ser así. No quiero ese futuro para mi hija y por eso hago por cambiarlo.
    Tampoco quiero, por supuesto, el caso contrario para mi hijo. Claro está que no hay, ¿cómo decirlo?, mejor, que hay una diferencia aun muy grande en la presión sexsista, pero hace un tiempo, en una reunión en un certamen literario sobre el sexismo, estaba en una conversación cuando una señora me dijo «falócrata». «¿Cómo sabes si lo soy?», le pregunté y con auténtico asco me contestó «eres hombre». No, tampoco quiero ese futuro para mi hijo.
    Seguiré trabajando mientras viva por el derecho a la igualdad y por el derecho a la diferencia: igualdad de oportunidades y diferencia sin discriminación..

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