Autoboicot II

Parte 1

1 de mayo de 2017

El anterior día tuve que dejar de escribir porque vino Julia a casa. Sigamos donde estábamos.

Nos habíamos quedado en aquella noche. Cuando tú llegaste, ya habíamos bebido lo suficiente como para que yo estuviera un poco piripi y habíamos salido a fumar. Hablábamos de feminismo y recuperamos la anécdota de nuestra pancarta coreada. Fue entonces cuando dijiste que debías de haber estado en otra parte de la manifestación porque esa consigna no la escuchaste. “Pero esto qué es”, pensé, “¿En serio estuvo este chaval en la manifestación?” Flipada número 2.

Para colmo, mis amigas estaban encantadas contigo. No paraban de decirme “Niña, pa’lante, pa’lante” y a mí me tranquilizaba que les cayeses bien, porque es importante que la gente que me rodea tenga buena relación. No es que sea algo determinante, pero ayuda.

Nos movimos de local. Esa noche era diferente y, cuando me besaste y me dijiste que habías pensado hacerlo la noche anterior, yo te dije “hay momentos para todo”, y me alegré de haberlo hecho así. Joder, besas muy bien y estuve tan cómoda que me daba hasta miedo. Parecíamos dos adolescentes enrollándose en mitad de una discoteca, pero bueno, eso que nos llevamos.

Cuando salimos y nos despedimos, bajamos hacia mi casa cogidos de la mano. No sé por qué, pero ese gesto siempre me ha parecido muy significativo y, en ese momento, también muy precipitado. Aun así no fui yo quien quitó la mano, ni tú tampoco. Estábamos llegando a mi casa, cuando pasamos por delante de la boca del metro.

—Y tú, ¿te coges el metro a tu casa o te vienes conmigo? —pregunté.

Tú dudaste un poco. Puede ser que fuera un tanto brusca esa manera de abordar el tema, pero así soy yo la mayoría del tiempo, una bruta de mierda.

—Me voy contigo —contestaste.

—Vale, pero te aviso de que tengo la regla, ¿eh?

Las cosas claras y el chocolate espeso. Ya sé que esa expresión es un lugar común, lo siento. El caso es que no quería dar lugar a malos entendidos ni tonterías de ese estilo, no sabía qué querías de mí; tampoco lo sé ahora, en realidad.

—Vale, no pasa nada —respondiste tú.

Y dormimos, sin más.

A la mañana siguiente te fuiste temprano, tenías que trabajar, y te despediste con un beso en mi puerta. Y se te olvidó tu sudadera.

Autoboicot III

¿Quieres que nos sigamos en las redes? 🙂

Todos2

El tiempo de Oreo

El tiempo de Oreo

Lo malo de los animales es que viven menos que nosotros. Lo peor es que ellos no son conscientes.

El amigo del revés

El amigo del revés

Juan tenía un amigo desde la infancia. Se llamaba Otto. Todos los días, cuando estaban en edad de ir a Primaria, caminaban juntos hacia la escuela. A Juan, Otto le parecía un chico divertido, aunque un tanto extraño.

La visita

La visita

Tenía la vista fijada en el suelo sin querer levantarla y encontrarse con sus ojos. Mirarlos era aceptar que no eran los mismos que vivían en sus recuerdos.

—Hueles a muerto. Más que de costumbre —fue lo único que acertó a decir él mientras abría la puerta para dejar que pasara dentro de casa.

Ganarse el salario

Ganarse el salario

El hombre, apoyado en la pared, miraba a través de un pequeño hueco que quedaba entre el cristal y la pesada contraventana de madera entornada. Cuando Lola la empujó para cerrarla, casi le pilla la nariz a su marido.

1 Comentario

  1. torpeyvago

    Y continúa…
    No dejo de leer. Voy a por el siguiente. Si no me lo impide mi jefe.

    Responder

Trackbacks/Pingbacks

  1. Autoboicot – Buscando a Casiopea - […] Parte II  […]
  2. Autoboicot III – Buscando a Casiopea - […] Segunda parte aquí […]
  3. Autoboicot IV – Buscando a Casiopea - […] 1 Parte 2 Parte […]
  4. Autobiocot V – Buscando a Casiopea - […] parte Segunda parte Tercera parte Cuarta […]
  5. Autoboicot VI – Buscando a Casiopea - […] 1 Parte 2 Parte 3 Parte 4 Parte […]

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *