Al día siguiente fuimos a ver una exposición. Había sido idea tuya, así que me sentí tranquila porque no cabía la posibilidad de que te estuviera agobiando. Fue genial. Y más genial fue tendernos como dos niñatos en un banco a contarnos estupideces. No sabes lo que he necesitado en mi vida hacer ese tipo de cosas; me han estado vetadas demasiado tiempo y es como poder respirar de nuevo un aire diferente pero muy limpio. Joder. Qué cursi. Pero bueno, es lo que siento. Suelo ir de dura por la vida, pero es todo mentira.
Esa noche cenamos en un mexicano y me contaste que fuiste a Barcelona a ver un concierto y casi te quedas sin sitio para dormir porque los catalanes no entienden la amistad como lo hacemos nosotros.
—¿Tu ex novia no vivía alli? —pregunté—. ¿Por qué no te quedaste en su casa?
—No estamos en ese punto. De hecho, alguna vez le he dicho que si viene a Madrid se puede quedar en mi casa y me ha dicho que no. Todavía lo está superando, no lo lleva demasiado bien.
—Ah, pero, ¿la dejaste tú entonces?
—Sí. El problema fue que cuando yo la conocí, después de que ella pasara por la relación anterior, desarrollé con ella una actitud paternalista para no hacerle daño. Quería protegerla y eso acabó conmigo.
—Pues me sorprende, la verdad. Yo tengo ex novios que lo están superando, pero no me dirían que no a dormir en mi casa.
Hale, ya me estaba metiendo en fango. Empecé a contarte cosas de Alex, de cómo le había dejado hacer ciertas cosas porque me sentía culpable con él y una cosa llevó a la otra. Cuando me estaba acercando al momento del intento de suicidio no supe cómo salir de aquello sin inventarme algo y sin que quedara raro y terminé soltándolo todo. Y ya de paso, también te hablé de Jose Alberto, por encima.
Para mi sorpresa seguiste ahí. Y no te has ido todavía. De hecho acabo de volver de estar contigo en el teatro viendo la de Miguel del Arco y, quince minutos después de despedirnos, me has mandado un mensaje diciendo “Me ha gustado mucho ver la obra juntos y luego coincidir en opinión”. ¿Qué hago? ¿Te como?
8 de mayo de 2017
Tengo miedo. Esa es la única realidad de la que no puedo dudar. Descartes decía “pienso, luego existo”; yo digo “sé que existo porque tengo miedo”. Vivo, salgo, duermo, me relaciono y tomo decisiones con muchísimo miedo. Y es agotador. Pero, sin duda, lo que más me asusta es que sea el miedo al miedo lo que me haga huir. Porque huiré; lo sé ahora y lo he sabido siempre.
No quiero vivir el día que me digas “me voy” o que, simplemente, desaparezcas. Tampoco quiero necesitarte, ni quiero echarte de menos. No quiero tener la oportunidad de empezar a quererte, pero tampoco quiero tener que olvidarte. No quiero dar un paso en falso, pero tampoco quiero tener que medir cada cosa que hago. Es complicado.
Hoy tengo un día de mierda, lo siento.
Me acabo de acostar, he hablado contigo y he intentado dormir. No sé para qué, porque no he conseguido pegar ojo, solo ponerme más nerviosa, agobiarme.
0 comentarios
Trackbacks/Pingbacks