Creer en la magia

El metro es un lugar curioso para las historias. Allí confluyen muchísimas que, poco a poco, van subiendo y bajando en cada una de las paradas. Después de haber sido espachurradas (1), observadas con disimulo (o sin él), dolorosamente ignoradas o, por qué no, dadas la vuelta y abiertas en canal, abandonan el vagón sin que nadie sienta pena por esa pérdida. Hay historias que sostienen la mirada, otras que te la evitan, como si estuvieran desnudas y avergonzadas, algunas hay que no se han duchado durante días y, en algún caso extraño, incluso, están aquellas que son capaces de no mirar una pantalla mientras atraviesan la ciudad vadeando sus cimientos.

Hoy había una señora sentada en el vagón del metro. Estaba leyendo tranquilamente; tan inmersa en su libro que ni se inmutó cuando me acomodé a su lado y, de reojo, me inmiscuí en la intimidad de su lectura para intentar adivinar de qué libro se trataba. A ver, me explico: no es cotilleo, es curiosidad. Curiosidad por saber qué tipo de literatura le gusta a la persona que tengo tan próxima y, también, por ponerme a prueba y comprobar si soy capaz de reconocer algún nombre de un personaje, algún diálogo o al autor a través de su estilo.

Estaba leyendo Harry Potter. Y, al parecer, lo estaba disfrutando tanto que ya había superado la mitad del libro. Y creí reconocer que era el quinto. No voy a negarlo: me sorprendió que una mujer como la que estaba a mi lado, que rondaría el medio siglo (calculo yo, tengo que admitir que suponer edades se me da realmente mal), casi dos décadas después del boom de la saga, gozase adentrándose en unas líneas que dibujaron mi infancia y me dieron algo tan importante como el amor por la lectura.

¿Estaría ella volviendo a una época anterior, más feliz, donde aún creer en la magia?

Porque, cuando me bajé del metro, yo volvía a tener 9 años.

 

1. Si, existe el verbo espachurrar. Lo he mirado. Aquí os dejo, para vuestro deleite, su conjugación: http://dle.rae.es/srv/fetch?id=f0uS98M

 

Todos2

El tiempo de Oreo

El tiempo de Oreo

Lo malo de los animales es que viven menos que nosotros. Lo peor es que ellos no son conscientes.

El amigo del revés

El amigo del revés

Juan tenía un amigo desde la infancia. Se llamaba Otto. Todos los días, cuando estaban en edad de ir a Primaria, caminaban juntos hacia la escuela. A Juan, Otto le parecía un chico divertido, aunque un tanto extraño.

La visita

La visita

Tenía la vista fijada en el suelo sin querer levantarla y encontrarse con sus ojos. Mirarlos era aceptar que no eran los mismos que vivían en sus recuerdos.

—Hueles a muerto. Más que de costumbre —fue lo único que acertó a decir él mientras abría la puerta para dejar que pasara dentro de casa.

Ganarse el salario

Ganarse el salario

El hombre, apoyado en la pared, miraba a través de un pequeño hueco que quedaba entre el cristal y la pesada contraventana de madera entornada. Cuando Lola la empujó para cerrarla, casi le pilla la nariz a su marido.

3 Comentarios

  1. El Blog de Úrsula

    ¡Genial tu entrada!
    Ir espachurrada en el metro es algo que conozco al dedillo y esas historias de las miradas también 😊
    Abrazos, compañera

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  2. Carla

    Pues no se como me has atrapado tanto con tu entrada que he terminado leyéndola entera super entretenida, estaba yo también ahí ansiosa por saber que libro era hahaha me habría gustado saber que opinaba la mujer del metro y que sentía al respecto porque, a todos nos ha pasado, sumirnos en una lectura de tal forma que desaparece todo lo demás, incluso saltarte tu parada.

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    • Buscando a Casiopea

      jajajajajajaja joe qué ilusión me hace que me digas estas cosas. ¡Muchas gracias! A ver si traigo más cosillas de estas para la sección Escribir por escribir. ¡Un beso!

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