Bastará con recordar

Estoy en la terraza, bajo un sol de abril malagueño, esperando a que aparezcas.

Tengo un café y un cigarro liado para mí, pero yo sé que tú prefieres un Colacao frío, con grumitos y galletas. Aquí lo tienes, solo has de venir.

Suena el primer disco de El Canto del Loco en el equipo del salón y tengo entradas para ver Un puente hacia Terabithia en el cine, esta tarde, cuando ya apetezcan palomitas. También he comprado el último libro de Memorias de Idhún, que sé que te mueres por saber cómo termina la historia. Podemos leerlo juntas, si quieres. Yo me muero por saberlo todo acerca de las historias que hoy construyes en tu cabeza: ¿dónde las has cazado?, ¿hacia dónde crees que van a crecer?, ¿cómo consigues seguir, siempre y tan natural?, ¿te sale solo?

¿Cómo lo haces?

No me malinterpretes, no es un soborno. Solo intento que te sientas querida y cómoda, que notes que eres bienvenida; porque, cuando te asustas, te escondes rápido y es difícil conseguir que vuelvas a asomarte por alguna rendija. Y hace tiempo, mucho tiempo, que no te veo.

Ven, siéntate conmigo y háblame de ti, de lo que te preocupa y te ilusiona, de lo que te emociona y te enfada, de la intensidad con la que vistes lo bueno y lo malo de tu vida. Háblame de tu garra, de tu pasión, de la saturación de los colores que te rodean, del olor de la vida cuando hay ganas.

Háblame de todo eso, que cogeré apuntes y, cuando los pase a limpio, no tendré que estudiarlos, bastará con recordar.

¡Ah! Y, por si acaso dudas, traigo una declaración firmada donde prometo que nunca más dejaré que te hagan daño.

No somos tan distintas. Ayúdame a no olvidarlo.

¿Qué? Entonces, ¿vienes?

El tiempo de Oreo

El tiempo de Oreo

Lo malo de los animales es que viven menos que nosotros. Lo peor es que ellos no son conscientes.

El amigo del revés

El amigo del revés

Juan tenía un amigo desde la infancia. Se llamaba Otto. Todos los días, cuando estaban en edad de ir a Primaria, caminaban juntos hacia la escuela. A Juan, Otto le parecía un chico divertido, aunque un tanto extraño.

La visita

La visita

Tenía la vista fijada en el suelo sin querer levantarla y encontrarse con sus ojos. Mirarlos era aceptar que no eran los mismos que vivían en sus recuerdos.

—Hueles a muerto. Más que de costumbre —fue lo único que acertó a decir él mientras abría la puerta para dejar que pasara dentro de casa.

Ganarse el salario

Ganarse el salario

El hombre, apoyado en la pared, miraba a través de un pequeño hueco que quedaba entre el cristal y la pesada contraventana de madera entornada. Cuando Lola la empujó para cerrarla, casi le pilla la nariz a su marido.

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