Larga vida a Dreamworks (Crítica Cómo entrenar a tu dragón 3)

Hay cierto masoquismo en buscar en la literatura o el cine aquello que nos apasione, que nos mastique, trague y digiera. Los grandes relatos, no por tamaño sino por tener un lugar reservado en nuestra memoria y vísceras, provocan en nosotros un placer efímero que habitualmente se acaba convirtiendo en dolor. Y es que, cuando se cierra una historia que te ha acompañado, no más o menos tiempo, sino ahí adentro, donde se crean las ideas y se viven las emociones, se siente uno por un momento huérfano, abandonado y profundamente triste. Por eso, en ocasiones, es casi preferible no tener la cuestionable suerte de encontrarse con algo que te impacte y, en definitiva, te cambie.

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Cómo entrenar a tu Dragón 3, despedida de la saga basada en los libros de Cressida Crowell, es, para empezar, una maravilla visual de calidades que ni siquiera a Disney se le ha visto superar. La siempre denostada Dreamworks vuelve a demostrar que cuando quiere hacerlo bien, lo hace sin prisas (lleva retrasando el estreno de este largo desde 2016) y con unos resultados excelentes. Las texturas, las iluminaciones, los colores y el nivel de detalle arrancan ovaciones en bajito en la sala, a nada que se esté dispuesto a valorar esos elementos técnicos.

El plano argumental es quizá el punto débil de esta entrega que, como ya vimos en el trailer, apuntaba a ser paralela a la segunda y, efectivamente, se le asemeja mucho. Sin embargo, siendo esta la más floja de las tres, conforma un resumen de los valores, las enseñanzas y las vivencias de toda la saga que, sin necesitar la autocita, ni los flashbacks de escenas ya vistas, ni tampoco recursos manidos, resulta en un paseo evocador de todos aquellos momentos que nos han hecho vibrar a lo largo de la historia de Desdentao e Hipo. Ese es uno de los grandes fuertes de esta entrega: su poder para transmitir al espectador las escenas ya vistas anteriormente solo con estímulos que activan el recuerdo y, por tanto también, las emociones. No se está viendo una película broche de la saga: se está caminando de nuevo por la historia viéndola desde otras perspectivas, lo que acaba siendo un ejercicio sentimental intenso y único. En definitiva, es un homenaje merecido y elegantísimo no solo a la saga, sino también a otros productos intermedios como el cortometraje Regalo de un furia nocturna, estrenado en la Navidad de 2011.

John Powell vuelve a deslumbrar con una banda sonora que, paradójicamente, mantiene un lugar más discreto que en entregas anteriores (la primera fue nominada al Oscar a Mejor Banda Sonora Original), con una revisión exhaustiva de los temas y unos arreglos orquestales mucho más trabajados y minuciosos. Se podría decir que se acerca bastante a lograr la majestuosidad y el lirismo de su maestro Hans Zimmer en composiciones como las de El Príncipe de Egipto, del mismo estudio. Por ejemplo, y salvando las distancias, no se puede dejar de ver la estela de Deliver us (El príncipe de Egipto, 1998) en temas como As long as he’s safe.

Por otra parte, Jónsi, cantante de Sigur Rós, vuelve a poner su inestimable creatividad y talento al servicio de esta saga con nuevas obras que hacen posible olvidar otras como la tan innecesaria aportación de Melendi. O, más bien, digamos aportaciones, ya que no solo se queda en la música, sino que hace un desafortunadísimo cameo demasiado largo poniéndole voz al villano de la historia.

Últimamente, las sagas de animación están investigando a fondo el relato de cualidades universales desde perspectivas más modernas, que intentan alejarse de otras tóxicas y tradicionales. En esta ocasión volvemos a ver, como ya haya ocurrido este mismo año en Ralph rompe internet (Pixar, 2018), la dicotomía entre la amistad entendida como dependencia y la amistad entendida como libertad. Es de valorar que los estudios estén abriendo puertas para que los niños de hoy, los mayores consumidores de animación, puedan tener ejemplos tan puros y, a la misma vez, complejos sobre los grandes paradigmas sociales. Asimismo, en el caso de la película que nos ocupa, a su vez trata la problemática de los animales, la servidumbre y el respeto por su dignidad como ya llevamos viendo desde la primera.

Concluyendo, estamos ante el final de una saga muy mal entendida en su principio por la crítica y el público, que ha conseguido hacerse un hueco a fuerza de demostrar que el producto era bueno. Los creadores confiaron en que lo que tenían merecía la pena y no han parado hasta acabar con una historia totalmente coherente y redonda, con toda la calidad existente a su servicio. Nada que ver con fábricas de hacer dinero de otras compañías. Nada que ver con nada.

Como entrenar a tu dragón 3 es emotiva, disfrutona, divertida y espectacular. Larga vida a Dreamworks.

1 Comentario

  1. torpeyvago

    Ante tal entusiasmo —vaaaaale, veré la tercera aunque me hayan parecido la 1 y la 2 muy de «factoría», especialmente la música—, poco se puede decir.
    Sólo un comentario con el que estoy totalmente de acuerdo. Efectivamente, desde la sumersión a mediados del s XX —ya de antes, incluso desde inicios del XX, pero bueno, por poner como límite la II Masacre Mundial— en esa especie de subcultura anglosajona, las moralejas y enseñanzas de las series y películas más vendidas y hechas tragar como pienso a oca, dejan un sabor a ceniza y a rancio. Son preferibles a ellas las siempre universales de Esopo, por ejemplo, abandonadas en favor de éstas estropajosas, que por muchos milenios que tengan se nos hacen más actuales. Y aun mejor, aquellas nuevas que se adapten realmente al tipo de sociedad que queremos, no ya para nuestros hijos, sino para nuestros nietos; una herencia ética y moral que merezca la pena y que esté inmersa en algo que podamos llamar, de verdad, cultura.

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