—¿Qué ves hoy?
Todas las mañanas le hago la misma pregunta. Ana María, entonces, se acerca a la ventana y, apoyada en el alféizar, comienza a describirme el paisaje.
—Ha amanecido nublado.
Justo eso no hace falta que me lo diga, ya lo sé. Lo huelo y lo siento. El aire húmedo del Mediterráneo entra frío a la habitación y se cuela por el cuello y las mangas de mi camisa, trayendo consigo un leve aroma a petricor mezclado con un intenso olor a mar. Ha llovido al amanecer. También puedo escuchar cómo las olas lamen la orilla suavemente; el mar está en calma y el ambiente limpio. En cuanto llegue el medio día, hará un sol espléndido y Ana María bajará a darse un baño cuando el calor apriete, como hace casi todos los días del verano.
Sin embargo, no le digo nada. Me gusta escucharla y que se convierta en los ojos que yo no tengo.
—Parece que tenemos visita.
—¿Qué ves? —pregunto de nuevo.
—Un pequeño velero de recreo, a lo lejos. Está entrando en la bahía. Es pequeño, pero tiene una gran vela blanca, totalmente desplegada. De un blanco intenso. Si hubiera más luz brillaría por el reflejo, pero ahora parece un colmillo de tiburón clavado en mitad del mar. Sin embargo, si te fijas con atención, se puede ver cómo se mueve muy poco a poco hacia la costa.
—Ana María, ¿de qué color está el mar?
—Hoy parece una gran bandeja de plata.
—¿Y los árboles?
—De un verde olivo oscuro. Y quietos, muy quietos.
No conozco el color de la plata, ni el azul que dicen que tiene el mar, ni el blanco de la vela del barco, ni el verde de un olivo, pero puedo imaginarlos.
—El pueblo —continúa Ana María— empieza a despertar. Los pescadores ya han regresado y están descargando sus redes en el puerto. Por lo visto hoy se les ha dado especialmente bien el trabajo, se puede decir que tienen algunos problemas con tanto género que transportar hasta el mercado.
Ahora que lo dice, puedo oírlo. Voces tenues, por la lejanía, pero contundentes; cansadas, pero contentas por el buen trabajo de esta noche. Se oyen risas, quejas, el barullo del motor de algún coche despistado e incluso la madera de los botes siendo arañada por la arena.
Y, de pronto, suenan las campanas de la iglesia.
—¿Qué hora es? —pregunto.
Ana María se ríe, como siempre que hago ese comentario.
—Eso lo sabes tú mejor que yo —contesta sonriendo. Puedo notar la sonrisa en su voz.
—Son las siete y media —digo con una carcajada—. ¿Tienes hambre?
La habitación huele a café recién hecho y a pan del día desde que amaneció y no puedo esperar a probarlo.
—Claro. Vamos.
La oigo suspirar mientras se endereza, cierra el único batiente de la ventana y se prepara para empezar un nuevo día.
Qué suerte que Ana María pueda contarme lo que ve a través de la ventana. Qué pena que no pueda observar su cara mientras lo hace.
Imagen: Muchacha en la ventana (S. Dalí, 1925. Museo Reina Sofía).
Creo que ya te lo he preguntado en alguna ocasión: ¿te inspiras con una imagen o la buscas después de haberlo escrito? En cualquier caso, me has hecho sentir las mismas emociones que el ciego.
Depende de la situación. A veces escribo un texto y me acuerdo de que hay alguna obra que lo ilustra bien. Otras veces cojo la obra y le hago un relato. En este caso es lo segundo, ha sido un ejercicio para el máster en el que teníamos que escribir 500 palabras sobre el primer objeto que vemos al despertar y yo tengo un póster de esta pintura a los pies de la cama, así que es lo primero que veo. La verdad es que el arte me parece un disparador de ideas genial. De hecho no es ni siquiera la primera vez que le escribo un relato a este cuadro. ¡Un saludo!
Muy, muy, muy bueno. Has añadido una multidimensionalidad sensorial al cuadro de forma nada artificiosa, con esos olores, sonidos… Y una maravillosa utilización de los colores para describir lo visual.
Gran relato para un hermoso cuadro 😉
Muchas gracias Lord. La verdad es que tengo poquísimo tiempo y estoy tirando de los ejercicios que hago para el máster, a ver si me animo a hacer más este tipo de cosas, que me encantan y son muy agradecidas. Un saludo! (Por cierto, tengo tu novela encima de mi mesa, no se me olvida. En cuanto tenga un rato me la bebo)
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