Ese abrazo

Supongo que nunca se está preparado para este momento. El momento de la huida. O quizá del reencuentro.

El autobús seguía su camino, con su traqueteo y las esporádicas toses de sus ocupantes. El mundo pasaba rápido frente a la ventana donde había clavado mi frente, pero no podía dejar de revisar una y otra vez el momento en el que me perdí.

Cerré los ojos y me dejé llevar por la música que sonaba en mi iPod. Una banda sonora. No me apetecía que nadie me susurrase al oído sobre qué debía pensar. Y la imagen se desplegó ante mí.

Nos veía en el interior de tu coche. Recordaba con exactitud el salpicadero, la radio donde sonaba muy bajito un disco que me descubriste, tu cuerpo girado hacia mí con la espalda apoyada en la puerta del conductor y mi calle desierta a través de los cristales. Lo que no conseguía recordar era la conversación que manteníamos; quizá porque ni siquiera en aquél momento le estaba prestando demasiada atención, seguramente era una conversación banal que realizaba la función de vadear la que realmente deseábamos tener, pero que no nos atrevíamos a tocar.

Era una noche profunda. Volvíamos de madrugada de haber estado en las fiestas de la época y a lo lejos, a casi una decena de kilómetros, sonaba una banda de música.

Tú hablabas de algo. Observaba tu manera de reírte, tus ojos achinarse, tus gestos, tu acento… Pero tú no te dabas cuenta. Y yo seguía embobada. Cómo dolía saber que para ti sólo era un pasatiempo que no tenía sitio en una vida en la que el papel que yo quería tener ya estaba ocupado.

De pronto paraste de hablar y me miraste.

  • ¿Puedo darte un abrazo?

Yo me reí y me acerqué lentamente. Tus brazos me rodearon con fuerza y con firmeza, me dejaste rendirme a ti y enterrar la cabeza en tu cuello. Cada día me gustaba más esa colonia y ese lunar que tenías detrás de la oreja. El nudo que tenía en el estómago se apretó y los ojos se me llenaron de lágrimas. ¿Por qué me hacías eso? ¿Por qué te habías convertido en algo sin lo que no estaba dispuesta a vivir? ¿Por qué parecía que estábamos hechos para abrazarnos el uno al otro?

Pasaron minutos, horas, milenios, y allí estábamos los dos fundidos en un abrazo que ninguno estaba dispuesto a romper. Hubiera sido tan fácil recorrer con mi boca los centímetros que la separaban de la tuya… Tan fácil y tan difícil. Qué injusto me parecía todo en ese momento. Qué intenso. Qué destructivo.

Tan intenso y destructivo como nosotros.

El tiempo se paró y volvió a arrancar cuando nos separamos. Pero ya nada era igual y tú también te diste cuenta. O eso quiero creer.

En ese momento me perdí.

Y nunca más me volví a encontrar.

..(Hay abrazos que escriben historias)..

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Lo malo de los animales es que viven menos que nosotros. Lo peor es que ellos no son conscientes.

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Juan tenía un amigo desde la infancia. Se llamaba Otto. Todos los días, cuando estaban en edad de ir a Primaria, caminaban juntos hacia la escuela. A Juan, Otto le parecía un chico divertido, aunque un tanto extraño.

La visita

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Tenía la vista fijada en el suelo sin querer levantarla y encontrarse con sus ojos. Mirarlos era aceptar que no eran los mismos que vivían en sus recuerdos.

—Hueles a muerto. Más que de costumbre —fue lo único que acertó a decir él mientras abría la puerta para dejar que pasara dentro de casa.

Ganarse el salario

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