La chica del Bugatti 2ª parte

Primera parte: La chica del Bugatti

Se giró hacia mí, como si fuera la primera vez que escuchaba una voz humana, y me sonrió con los labios. Y digo que solo con los labios, porque la mirada seguía vacía de toda alegría.

—Muchísimas gracias, hacía tanto tiempo que no me daba un capricho que ya se me había olvidado cómo…

De pronto paró de hablar y su mirada se volvió a perder en el espacio intermedio entre ella y yo.

—¿Decía?

—Oh, lo siento. Quería decir que gracias. Buenas noches.

Arrancó el Bugatti, que ronroneaba como un suave gatito, y se perdió en la noche dejando que el fular blanco ondease con la brisa.

«Mañana será otro día», pensé mientras volvía dentro del restaurante para echar el cierre.

Limpié el suelo, el mostrador, recogí las mesas y las sillas, apagué las luces, recogí mis cosas y salí al fresco del exterior. Era una noche muy clara, pero la luz de la luna llena no dejaba ver demasiadas estrellas.

El aparcamiento del restaurante estaba desierto siempre que salía a esa hora. Me asustaba tanto silencio y troté como de costumbre hasta mi coche para meterme en él lo más rápido posible. Sin embargo, algo me detuvo. Al fondo del todo, en una esquina de la explanada, había otro coche aparcado. Agucé un poco la vista y reconocí el Bugatti verde.

Extrañada, me acerqué poco a poco.

—¿Señora? ¿Está bien? ¿Necesita ayuda? —pregunté desde la lejanía.

No se movió, tampoco contestó.

Seguí caminando hacia delante. Cada vez veía con más claridad la cabeza de la mujer por encima del reposacabezas, de espaldas, pero ella no parecía notar mi presencia.

—¿Oiga? ¿Puedo ayudarle en algo? —repetí, cada vez más cerca.

Ahogué un grito cuando llegué hasta su lado. Una mancha de un rojo intenso había teñido la pañoleta blanca que rodeaba la cara de la mujer. Su mano izquierda caía sobre el asiento del copiloto sujetando un revólver; en la otra mano, caída en su regazo, sostenía el paquete de patatas fritas. La boca de la mujer estaba congelada en una tímida sonrisa, pero sus ojos vidriosos seguían sin sonreír.

Más allá del azul

Más allá del azul

¡Hola a todos! Os dejo por aquí el relato con el que me he presentado al XIII Premio Joven de relato corto El Corte Inglés.

Los padres que odiaban a sus hijos

Los padres que odiaban a sus hijos

Hoy quiero hablar del tabú que supone la realidad de que no todos los padres quieren a sus hijos o, incluso, de que existen padres que odian a sus hijos, los utilizan y los machacan para su propio beneficio o egolatría.

7 Comentarios

  1. Lord Alce

    Joer, pues le ha dado el final del turno a la/el vendedor/a del garito la buena señora con su suicidio. Está de cuadro, eso sí, la descripción del cadáver y su contexto.
    PS: Como ves, esta vez no he metido la pata con el sexo, que aún no lo has aclarado 😀

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    • Buscando a Casiopea

      jajajajajajaja tengo que decir que hubo un momento en que la iba a aclarar y busqué la forma de no hacerlo a caso hecho…

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  2. elblogdepedroportas

    Vaya final! Era la último que me esperaba. Pensaba que se le añadiría una explicación más profunda, aún así en lo inesperado también se encuentra la magia

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  3. Arnia Lopez

    Ya estoy esperando la tercera parte…
    Me has enganchado

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  4. Buscando a Casiopea

    Arnia, gracias por comentar. Pues la verdad es que no estoy segura de que la historia vaya a continuar, para mí está cerrada, aún así le daré alguna vuelta. Un beso!

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