Hace años que la situación se ha vuelto insoportable y los rusos ya han tomado las armas de una vez por todas.
Aún es Mayo, el tiempo pasa lento y rápido a la vez. Lento porque siempre es lo mismo: bombas, gritos, miedo… Y, últimamente, el olor putrefacto de los cadáveres; es rápido porque no podemos quedarnos en un sitio más de una noche; los tenemos justo detrás de nosotros y no tardarán en encontrarnos de no darnos prisa.
-¡Mijáil, Mijáil! ¿A donde vamos? ¡Este no es el camino a casa! – Mi hermano pequeño se impacienta. Lleva todo el viaje pegado a la ventana del final del autobús, como si la luz que entra desde el cristal fuera la vida misma.
-Cuco, no vamos a nuestra antigua casa. Tenemos una nueva, ¿sabes? Nos esperan allí, está cerca de la playa, ¿sabes? ¡Podrás bañarte en el mar si hace calor! No has estado nunca en el mar, ¿verdad?
Cuco me mira extrañado. Sé de sobra la respuesta a esa pregunta, pero no sé cómo tranquilizarlo. Parece imposible.
-Mijáil…-Ahora mi hermano me mira desde mis brazos mientras se queda dormido- ¿El mar es grande?
-Sí, Cuco, el mar tan grande que nadie nos podría encontrar.
El traqueteo del autobús ayudó al pequeño a dormirse. No hay nada más que podamos hacer, solo esperar a que al final del camino hayamos dejado la guerra atrás y no esté esperándonos para acabar con lo poco que queda de nosotros.
La foto pertenece a LUCIAN PERKINS, ganador del Word Press Photo de 1996. Aquí encontraréis más información sobre el autor y la imagen. Este relato se ha escrito como Ut Pictura Poesis, pero es ficción. Cualquier parecido con la realidad sería mera coindidencia.
Muy bueno, yo también he escrito sobre la guerra hoy en la última mirada 🙂