—Cariño, me estoy ahogando con esto puesto en la cabeza. No puedo respirar bien. ¿Lo consideras necesario?
—Pero, amor, entiéndelo, no podemos enseñar nuestras caras. Si lo hacemos verán… Se enterarían de que estamos juntos.
—¿Quién? ¿Tu mujer?
—Y tu marido, cosita mía.
—Ya. Es verdad. Entonces, ¿por qué quieres que nos hagamos una foto?
—Pues… Para tenerla, supongo. Quiero recordar momentos contigo.
—Pero si no podemos enseñársela a nadie, ¿para qué quieres una foto? ¿De qué nos sirve si no podemos parecer felices?
—Podemos subirla, si no se nos ve.
—¿Qué sentido tiene eso?
—Tienes razón. A lo mejor…
—A lo mejor, ¿qué?
—Pues que, a lo mejor, no somos tan felices.
—¿Cómo dices?
—Mira, lo he estado pensando y…
—¿Y?
—No soporto verte a escondidas, se me hace muy duro. Hemos llegado demasiado lejos y toda esta historia me está superando. Quiero acabar con todo de una vez. Es inútil estar así.
—Entiendo lo que dices, a mí también me pasa.
—Entenderás, entonces, que te borre del Facebook. No, no pongas esa cara, no te lo tomes a mal. Es solo que, si no lo hago, me costará más olvidarte.
Imagen: Los Amantes y Los Amantes II (René Magritte)
👏😂
¡Que fuerte! jajaj
Una muy buena reflexión. ¿De que sirve esconderse.
Claro, ¿de qué vale ser feliz si no puedes mostrarlo en la red?
Estupendo, de verdad.
Por cierto, que también me encanta la reforma de tu blog. Ha quedado fantástico.
Me alegro de que te guste el diseño, creo que se ajusta bastante a lo que quería 🙂
La verdad es que me pregunto qué pensaría Magritte de este relato jajajaja
Muy real !