Después de la lluvia, se había quedado una noche clara y fría. Subía por una calle ancha y desierta de la ciudad a altas horas de la madrugada. No había un alma. Bueno, miento, había dos: la mía y la de una chica que caminaba justo por delante de mí.
Siempre me ha resultado curioso cómo cambia la ciudad en función de la luz con la que se ilumine, y en eso pensaba mientras seguía mi camino a casa. Mis amigos se habían quedado en el bar bebiendo y jugando al futbolín, sin embargo, a la mañana siguiente, yo había quedado con mis padres para comer y debía descansar un poco si quería tener una cara decente. Me hubiera quedado un rato más con ellos, aún así, hay más fines de semana que peces en el mar, me dije como consuelo.
El sonido de los tacones de la chica retumbaba en las paredes de los edificios como si fuera una solitaria percusionista. Tac-toc, tac-toc. Inspiré el aire húmedo y frío.
Sin duda, lo que más me gusta de pasear por la noche es sentir que la ciudad duerme como un dinosaurio gigante mientras yo velo su sueño.
De pronto, la chica pareció sentir mi presencia y se giró para observarme, cada vez estaba más cerca de adelantarla, sin embargo, ella dudó un poco y apretó el paso. Metió la mano en el bolso y sacó las llaves y el móvil. Al acelerar, había cogido velocidad y ya me sería imposible dejarla atrás.
De tanto en tanto, ella volvía la cabeza, como si quisiera calcular la distancia que había entre nosotros, preocupada.
Entonces recordé lo que me había dicho mi novia, unas semanas atrás:
—Todos los hombres sois potenciales violadores.
—Pero, ¿qué estás diciendo? Yo nunca violaría a ninguna mujer, y lo sabes. ¿Tú me crees capaz de eso?
—Yo te conozco, pero si no te conociera, no querría cruzarme contigo por la calle de noche. ¿No lo entiendes?
—No, no lo entiendo.
En ese momento sí lo entendí. Esa chica me tenía miedo, probablemente pensara que podía hacerle daño. No me conocía, ella no sabía qué pensaba hacer yo y estaba educada para desconfiar de cualquier hombre de la calle. El móvil y las llaves eran su defensa. Su protección. Su vía de escape de lo que yo pudiera hacerle.
Pensé en acercarme a ella y tranquilizarla. “Oye, tía, no voy a hacerte nada. Soy de fiar”, quise decirle. Pero eso no serviría de nada. Quizá incluso empeoraría las cosas.
Crucé la calle, sin aspavientos, mientras ella me miraba de reojo, vigilante. Saqué el móvil del bolsillo y lo encendí para fingir que estaba inmerso en mis cosas. La chica guardó de nuevo las llaves y su teléfono en el bolso, más tranquila.
Muy real el pensamiento de la mujer y tu interpretación del mismo. Fantastico
Bueno, yo también me he sentido así en ocasiones cuando he ido sola por la calle… Y no siempre ha sido un hombre que se ha cambiado de acera. Muchas gracias 🙂
Menuda historia que por desgracia pasa mucho.. pero mejor a veces prevenir que curar. Pobres.. =O)
Muy buena prosa, realmente buena.
¡Gracias! En realidad es un tema que nos es demasiado familiar por desgracia…
Es una pena que ésto sea así, pero entiendo a tu novia. Todas, por no decir TODAS, hemos sentido miedo alguna vez, sería muy imprudente no hacerlo. Pero seguimos educando a las chicas para que se protejan en lugar de a los chicos para que denuncien ese tipo de comportamientos y no lo normalicen. En fin, una pena.
Yo soy una mujer jajajajaja, esto es solo un relato para explicar la situación. Y sí, a todas nos ha pasado y todas estamos educadas en que es irremediable que los hombres actúen así. Gracias por comentar!
La responsabilidad para que está siempre en la mujer. Cuando los que acosan, los que violan son ellos. Tenemos que hacer un esfuerzo en educar. A los niños y a las niñas en igualdad. Y que la responsabilidad siempre es del victimario y no de la víctima.
Y lo horrible es que acá lo vivo a diario, en México hay muchísima inseguridad 🙁
Es un escándalo este tema, pero nos hemos acostumbrado. Ánimo al otro lado del charco 🙂
Sí, potencialmente, lo somos. Y no hay mucho más que decir.
Como el protagonista de tu texto, no lo haría jamás. Pero potencialmente, lo soy. Reconocer ciertas cosas, por mucho que ofendan a… lo que sea que ofendan… permite saber cuáles son los errores que no han de cometerse en base a una concepción de la vida que no debería ser la que es.
A mí me gusta porque nos hace reflexionar y compartir sobre la relación entre sexos y géneros. Personalmente, creo que sería incapaz de un acto de violación, en principio. Por qué?. No parece natural la pregunta sino la pregunta Por qué sí se viola? No me siento capaz porque el acto violento, imagino yo, no me excita en principio. Aunque sé que los llamados hombres en guerras por ejemplo lo hacen también. Yo asocio la relación sexual a consentimiento. Si cuento la siguiente anécdota real no sé si servirá para algo. Hace 40 años, tendría de 19 a 20 años, estuve ingresado en una planta de psiquiatría. Una vez me desperté con un peso encima de mí, poco a poco me di cuenta que tenía al parecer una mujer no demasiado frágil encima de mi cuerpo, queriendo apartar la ropa de cama, y sujetándome, creo. Yo, supongo que por la sorpresa y quizá la medicación no sabía bien qué pasaba, pero no parecía nada bueno. El recuerdo es lejano, tengo lagunas, pero corresponde a un hecho real, tanto como que ahora escribo estas líneas. Acabé pidiendo socorro a voz en grito, y pensé que no llegaban nunca en mi auxilio. Al final, supongo que personal de la planta y hasta algún otro paciente ayudó a quitármela de encima. A la señora la había visto en el pasillo cuando ingresaba, al lado de un hombre. Luego, la había olvidado hasta este incidente. Un paciente jocoso y descreído de la planta, con sarcasmo, se burlaba de mí, no comprendiendo cómo no me había “dejado hacer”. ¿Será que sin con-sentimiento, por la fuerza y sin plena consciencia no mola?
Las personas que no tenemos ese tipo de impulsos es difícil o imposible que entendamos en qué consiste. Aun así realmente lo que quería transmitir no es en ese aspecto, sino más bien hablar sobre cómo las mujeres tememos ese tipo de situaciones en las que nos encontramos solas con un hombre, sea como sea, nos vaya a violar o no.
Aun así, es una situación que no se la deseo a nadie, obviamente, y supongo que es algo “natural” el evitar que pase algo que no has elegido por ti mismo.
Muy buen relato. Desgraciadamente es así. Las mujeres tenemos miedo al salir a la calle porque nos han acosado muchas veces.