¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? Se puede resumir la historia del pensamiento en esas dos preguntas. Más o menos. Sin embargo, hoy, nada de eso interesa. A casi nadie. Las generaciones que empujan desde la adolescencia no tienen ni tiempo ni ganas para enfrentarse a cuestiones de un calibre parecido, ni una ligera preocupación por ellas. Como mucho, lo que responderían sería como “tío, no me rayes” o un espresivo “pos ok”.
Resulta muy preocupante la adicción a las redes sociales de nuestro futuro, que son los niños de hoy. Y no sólo por su uso, sino por su mal uso. Quiero decir que, si se utilizara Facebook para contactar con amigos, Twitter para mantenerse informado (es una lástima que la única red social que sociológicamente valga la pena esté tan en sus últimos momentos) e Instagram para subir fotos, no sería tan grave como emplearlas para una exaltación constante y casi indecente del yo, que sólo fomenta la creación de complejos y la sobredimensión de problemas irreales.
Es preocupante, muchísimo, la ignorancia que reina sobre este problema entre los adultos. Dudo mucho que sepan a qué se dedican sus hijos en las redes sociales. Dudo mucho que sepan la dimensión que adquiere el bullying, el maltrato, el acoso, la simplificación de la persona y la idolatría a personajes que, no es que sean simples o carentes de cultura, sino que son directamente perjudiciales para cualquiera.
Padres del mundo. Por favor, salid un poco de vuestras amargantes rutinas, levantad la cabeza y mirad a vuestro alrededor. Estamos al borde de un abismo mental y social difícilmente frenable a estas alturas. Dejemos de darles móviles a os niños para que se callen y regaladles libros, viajes, cámaras de fotos, pintura y lienzos. Mirad en qué se están convirtiendo vuestros hijos, por quiénes se ven influenciados, la desidia que muestran por todo lo bello del mundo, la falta de capacidad de indignación que les caracteriza, la normalización de actitudes denunciables, lo hueca que suenan sus cabezas, en general.
El “postureo” no es algo inocuo, ni mucho menos inofensivo. Es un creador de complejos. Y, si de algo hay que cuidarse en esta vida es de las personas con complejos. Son las más peligrosas, las más letales, las menos evidentes. El postureo consigue cambiar las expectativas de la vida hacia algo totalmente fachadista, carente de contenido. El postureo manipula los ideales, los banaliza. El postureo es como un cáncer lento y metastásico que ha calado en la sociedad hasta generaciones bastante más adultas de lo esperado.
El postureo no permite la coherencia, no soporta las aspiraciones a largo plazo. Es pragmático y esclavo de las modas. No se lleva bien con la cultura, porque el interés por ambos no suele ser compatible en el fondo. En algún momento tienes que elegir. Porque el postureo se come el tiempo que tenemos para vivir mientras seca la capacidad intelectual y humana.
Los “influencers“, lo son porque ser como ellos es fácil. O al menos más fácil que aspirar a parecerse a otros nombres de la historia. Es muy sencillo parecer idiota de vez en cuando hasta que te conviertes en un idiota, por mero efecto pigmalión. Es, por otro lado también, entendible que alguien quiera ganar dinero haciéndose fotos o vídeos y colgándolos en internet para que una legión de adolescentes perdidos vayan a adularte. ¿Quién no querría eso? ¿Verdad? Bueno, bonito y barato.
¿De dónde venimos? De la historia, de la filosofía, del arte. ¿A dónde vamos? A ningún sitio. Obviamente hacerse estas preguntas, hoy, esbastante incómodo. No culpo a los adolescentes de ni siquiera entenderla. A mí me gustaría no poder hacerlo.
Llamadme exagerada, pero yo hoy, con 25 años, tengo serias dificultades para mantener una conversación medianamente seria con alguien. Lo suficientemente seria como para que la otra persona piense que es más importante la política, la educación, la religión o, incluso, sus problemas personales, que subir su último selfie a Instagram. Los que vienen detrás de nosotros, ni siquiera se plantean que haya algo más interesante que subir ese selfie. Porque la reputación se mide en followers; la calidad personal no se mide en actos, se mide en cuántas frases estúpidas pero preciosas puedes inventarte al día; el éxito se mide en “me gustas” y la belleza personal se consigue con filtros.
¡Nos estamos volviendo idiotas! ¡¡Bieeeeeeeeeeen!! (APPLAUSE)
Bufff, hay padres peores
Bienvenida a la sociedad 2.0. Llegó sin avisar.
Amén, hermana, amén.
Buenísima entrada. Necesaria. Con permiso esto necesita volar. Besitos y gracias
A ti
Muy buen punto de vista.. Saludos!!
¡Gran relato! y precioso el ritmo que tiene tu blog
Te sigo leyendo. Mil gracias por visitarme y darme así la oportunidad de encontrarte.
Ay, gracias a ti 🙂
¡Un beso y nos vamos leyendo!
De nada, fue un placer!
Un beso
¡Muy buen post!
Te invito a que leches un vistazo a mi nuevo espacio donde trato el postureo actual. La viralidad y el idiotismo son la combinación perfecta para hacerse famoso en este mundo tan cambiante ->https://bit.ly/2xDFqzB
Espero que te guste!! Feliz Día 🙂